Estos últimos meses no me dieron ganas de comprometerme a ningún tipo de contenido nuevo. No tenía ganas de jugar, ni de ver películas ni series nuevas (por eso mi ranking mensual murió, o entró en hibernación, no lo sé). Mi solución para no aburrirme fue ponerme a ver The Office US otra vez, porque that’s easy to watch y porque why not. Para que salga algo productivo de mi decisión, decidí escribir este texto con un par de cosas que pensé después de revisitarla. (Spoilers ahead)
La magia está en las reacciones
La más grande aportación de The Office, creo yo. Hay tantos chistes y tantos momentos icónicos que te los venden por la simple reacción de uno de los personajes. Evidentemente John Krasinski como Jim es un dios de hacerte reír con una sola mirada a la cámara, pero lo padre de The Office es que saben utilizar este recurso también para los momentos sentimentales. I mean, cuando Jim le dice a Michael que es el mejor jefe que ha tenido, es la reacción de Michael lo que te parte el corazón. Creo que no le damos el crédito suficiente al cast de la serie. Hay actuaciones excelentes que si nos detenemos a pensar son realmente las que construyeron la grandeza de The Office (particularmente creo que el trabajo de John Krasinski está muy infravalorado).
En el episodio de basquetbol todo hace click
La primera temporada de The Office es extraña cuando la comparamos con el resto de la serie. Tiene un humor mucho más basado en la incomodidad, lleno de silencios y de reaction shots a comentarios inapropiados de Michael (muchos, muchos comentarios inapropiados). Está bien, pero sin duda es diferente. Es en el episodio del juego de básquetbol entre la oficina y la bodega que The Office adquiere su forma. El humor es más cercano a lo que veríamos después porque está mucho más basado en las características de los personajes y no solo en la incomodidad de Michael.
Como dice Shea Serrano en «Conference Room, Five Minutes», un juego de basquetbol es un pretexto excelente para desarrollar personajes sin que nos demos cuenta. The Office lo aprovecha muy bien. La inseguridad de Michael disfrazada con exceso de confianza, la competitividad de Dwight, la falta de compromiso de Ryan, el amor de Jim por Pam; todo está ahí, enmarcado en ese juego. Son 30 minutos de puro desarrollo de personajes en los que el humor viene de ese mismo desarrollo. Ahí The Office se convierte en The Office.
Pam y Jim son el alma de la serie
La serie sabe que todo puede fallar, menos el desarrollo del romance de Jim y Pam. Todo está increíblemente bien medido. Su Will-They-or-Won’t-They es probablemente el mejor de cualquier sitcom porque dura el tiempo exacto, no lo extienden de más. Pasan por problemitas en la recta final, pero nunca se pone en duda que están hechos el uno para el otro. Considerando que la serie tiene nueve temporadas, es un poco difícil de creer que no se tardaran más en juntarlos, pero sin duda fue la decisión correcta. Ross y Rachel llegan a cansar con tanta vuelta, let’s be honest. The Office le atinó a la duración perfecta de Will-They-or-Won’t-They: dos temporadas para la confesión, tres para juntarlos; no más.
Incluso yo digo que la relación de Jim y Pam es la razón principal por la que The Office sobrevivió la partida de Michael. Él era el mejor personaje, pero no era el alma de la serie. Los escritores siempre supieron apoyarse en Pam y Jim para los grandes momentos, tanto juntos como por separado (sus relaciones con Dwight y con el mismo Michael son también grandísimas). Curiosamente, creo que la única relación que no involucra a Pam o a Jim que creó momentos igual de poderosos es la de Michael y Holly, pero porque Holly era un personaje diseñado genéticamente para encajar a la perfección con Michael (no es queja). En las últimas dos temporadas, aunque están Andy y Erin, y Dwight y Angela, siempre mantuvieron a Jim y Pam como LA subtrama romántica. Sin ellos no hay The Office, así de fácil.