Stranger Things: La importancia de un buen personaje (o muchos)

En este episodio de su amada sección «Producto de entretenimiento, dos puntos, no sé de lo que hablo pero me gusta decirlo aun así», analizo la razón principal por la que me gustó Stranger Things, y su importancia en otras obras narrativas. No tiene spoilers, pero describo a los personajes, por lo que si quieres ver la serie sin saber nada te recomiendo que dejes de leer a partir de la primera imagen.

Qué buena es Stranger Things, ¿no? Cada que pienso en ella, sonrío y me dan ganas de volverla a ver. Es algo difícil de describir que no me pasa cuando pienso en Game of Thrones o Grey’s Anatomy (sí, Grey’s Anatomy, a mucha honra). Me pasa un poco con algunas otras series como Master of None (también de Netflix, mira nada más), pero no a este nivel. ¿Qué será? ¿La trama sobrenatural? ¿Que esté ambientada en los 80? ¿El soundtrack? ¿Las referencias a Star Wars y otras cosas que me encantan cada diez minutos? Un poco. Sin duda colaboran al sentimiento, pero no son la razón principal. ¿Cuál es, entonces? Los personajes (duh, ¿no leíste el título?).

Yo odio los jumpscares. Corrijo: Odio la paranoia de saber que un jumpscare puede estar a la vuelta de la esquina. Esa paranoia la sentí un poco con Stranger Things, pero la razón por la que seguí viendo la serie sin pensarlo -además de que la serie pronto te demuestra que su objetivo no es asustarte- es sus personajes. Porque a ver, la trama tampoco es una joya de la originalidad, de hecho tiene bastantes clichés; las referencias están padres, pero referencias sin sustancia no funcionan. La clave está en los personajes.

Todos los «buenos» son súper «likeable»; es decir, te caen realmente bien. Se dividen en tres categorías básicas: los adultos, los adolescentes y los niños; y cada una de esas categorías tiene personajes bien desarrollados, redondos, pero sobre todo, con su parte aspiracional: son buenas personas, son agradables, es inevitable echarles porras. Y este último aspecto se le da hasta al personaje más antipático.

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Los adultos: Joyce Byers (Winona Ryder) y Jim Hopper (David Harbour). Tienen sus problemas bien delimitados: Joyce llega a ser impulsiva y sientes que está perdiendo un poco la cordura; mientras que Jim es presentado como un oficial flojo y hasta alcohólico, andando por la vida en modo automático por su pasado; pero aun con sus problemas, ambos personajes sobresalen por lo implacables que son en cuanto a encontrar a Will se refiere. Sabes por lo que han pasado, sabes que el encontrar a Will es todo para ellos en ese momento; a echarles porras.

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Los adolescentes: Nancy Wheeler (Natalia Dyer) y Jonathan Byers (Charlie Heaton). Nancy, una adolescente que está tratando de encontrarse a sí misma entre los valores que le han dado sus padres y sus propios deseos; Jonathan es introvertido y no expresa su sentir con casi nadie, más que con su madre, a quien apoya bastante. El ver cómo se va desarrollando la relación entre estos dos personajes, y cómo su relación y el conflicto en cuestión mutan su forma de interactuar con los otros personajes es interesantísimo. Otro ejemplo notable es el de Steve Harrington (Joe Keery), que se balancea entre momentos de crueldad y de genuino interés por los demás. Es un personaje fantástico, porque conoces el contraste entre su lado bueno y malo casi mejor que el de cualquier otro personaje. En fin, sobre los adolescentes sabes la naturaleza de sus conflictos, lo difícil que es para ellos encontrar su manera de desarrollarse con los demás y sus relaciones con los afectados; a echarles porras.

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Los niños (los mejores indiscutiblemente): Mike (Finn Wolfhard), Dustin (Gaten Matarazzo), Lucas (Caleb McLaughlin) y la fantástica Eleven (Millie Bobby Brown). Todos son similares en cuanto a sus objetivos (a excepción tal vez de Eleven), pero lo distintas que son sus personalidades los llevan a ver el conflicto desde diferentes perspectivas. Mike se deja llevar por sus emociones y llega a ser impulsivo (de tal madre tal hijo) pero como líder del grupo suele tomar las mejores decisiones; Dustin es inteligente y muy culto, suele ser el que calma las emociones a los demás, y es fucking adorable; Lucas es el que cuestiona todo, debido a su naturaleza escéptica, y suele chocar con las decisiones que toma Mike. Y pues Eleven, que es un personaje increíblemente diferente a los chicos, y cuya interacción con ellos es tan interesante de ver por eso mismo. Es un personaje fantástico y memorable, del cual no diré mucho por si no has visto la serie. Son niños y son buenos y son inocentes y son geniales; a echarles porras.

Super 8 era una película que intentaba hacer lo mismo que Stranger Things: un misterio sobrenatural que le afecta a unos niños en una época icónica, pero no tiene el mismo impacto porque sus personajes no son tan memorables. Claro, Stranger Things tiene la ventaja de tener ocho horas para contar su historia, pero el mérito de hacer personajes con personalidades marcadas, agradables y muy bien interpretadas por sus actores nadie se lo quita. Es un aspecto en el que se nota que tuvieron muchísimo cuidado y que eleva bastante a la obra. Estoy muy emocionado por una segunda temporada; sí, por las referencias, la época, la música y el misterio, pero sobre todo para volver a pasar ocho horas con esos personajes tan entrañables. Viva Dustin, viva Eleven, viva los buenos personajes. Viva Stranger Things, caray.

3 comentarios sobre “Stranger Things: La importancia de un buen personaje (o muchos)

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