A ver, si somos honestos, yo también odiaba a Superman. Lo veía como la mayoría lo ve, como un superhéroe tan invencible que llegaba a ser simplemente aburrido. Todos los stakes de saber si el héroe podría vencer eran eliminados por lo increíblemente poderoso y lo sosamente bueno que es el personaje. Y un día vi este video.

Así es, sigo desde hace tiempo a Max Landis, escritor de Chronicle y creador de joyas como Wrestling Isn’t Wrestling y Death and Return of Superman. En el video describe cómo Superman es un personaje interesante porque decide proteger la tierra por convicción propia, no porque sus padres murieron o porque se culpa de la muerte de su tío Ben o porque fue entrenado por Amazonas. Superman es un chico de Kansas, con poderes que lo hacen imparable, que decide ayudar a los demás simplemente porque eso es lo que se debe hacer, ¿qué hay más interesante que eso en un mundo lleno de narrativas con personajes que tienen justificaciones ajenas a sus convicciones para hacer el bien?

Con este argumento en mente, me empecé a clavar en las que son consideradas las mejores historias del personaje. He leído All-Star Superman, Last Son of Krypton, Red Son y Kingdom Come; y entiendo perfectamente a lo que se refería. Pero de pronto llega American Alien, una mini-serie de siete números escrita por el mismo Landis. Y es al leerla que me doy cuenta de lo grandioso que puede llegar a ser Superman cuando está en las manos correctas, empezando por el primer número.

El primer número, titulado Dove, abre con Clark flotando en el aire descontroladamente con su madre aferrada a su pierna, intentando bajarlo. A ver, que Clark en su infancia no pueda controlar sus poderes tiene todo el sentido del mundo, y que para reflejarlo hagan que de la nada comience a flotar es una genialidad. Más adelante, Jonathan Kent tiene que literalmente subirse a una avioneta para bajar con un gancho a su hijo que está hecho bolita en el cielo. Maravilloso.

El número también trata lo aterrador que fue para Jonathan y Martha recibir a un bebé alienígena, plasmándolo en cinco cuadros dignos de una historia de terror. Pero la joya de la corona de Dove es cómo refleja el conflicto de Clark al ser, literalmente, un alienígena que trata de encajar en la Tierra. Desde cómo acepta a la invitación de ir al autocinema (con un “Is Lana coming?” que deja una promesa de indagar en su vida amorosa). Su incidente en el evento es manejado magistralmente, en el que de nuevo comienza a elevarse de la nada después de ver aterrado en la película cómo le hacen experimentos a un alienígena. Esos cuatro cuadros en el que se ve en el espejo, ve a un extraterrestre verde y del coraje lo golpea y tira la pared son gloriosos, y nos regalan el momento con Jonathan en el que Clark reflexiona que cuando rompes algo no sólo estás dañando la cosa, sino también a todos los que la hicieron de esa forma. Eso es. Así pensaría Superman de niño, demonios.

Después de varios intentos por volar, asistido por su padre, Clark finalmente logra controlar su poder, gracias al intento de Jonathan de bajarlo del aire con la avioneta. El momento es genial no sólo por el entusiasmo de Clark, sino sobre todo por el “I see Clark! I see!” de Jonathan y el “…my baby can fly” de Martha; son dos padres viendo a su hijo volar por primera vez y su reacción es como aquella de un padre que ve a su hijo dar sus primeros pasos, pero exacerbado. Es un momento encantador.

El número termina con Clark tratando de convencer a sus padres de que puede usar sus poderes para llevarlos de vacaciones gratis. JAJAJÁ. Madre mía, Max Landis, lo lograste. Tomaste un personaje que para muchos es soso, cuyos poderes y su obtención son considerados aburridos, y les diste un giro a esos elementos para aterrizarlos y atarlos con momentos genuinos y encantadores. Y apenas es el primer número.

Sobre los otros números:
2. Hawk
3. Parrot
4. Owl
5. Eagle
6. Angel
7. Valkyrie